October 23, 2020
Después de leer el artículo de Ian Taylor "Sixty Years Later: Africa’s Stalled Decolonization", vinieron muchas ideas y reflexiones. Recordé que cuando era niño le pregunté una vez a mi madre si éramos ricos o pobres. Su rostro se congeló por mi pregunta y ella, como una tierna madre, respondió “éramos de la gente que quiere una vida mejor”, y que por eso tenía que prepararme en educación y ser un buen ser humano. Crecí en la peor catástrofe social (en 1985 la Ciudad de México sufrió el peor terremoto de los últimos años) y económica (en 1994 México vivió una de las peores crisis económicas latinoamericanas) en México. Pero ahora siendo profesor y mirando el futuro de mis alumnos, recuerdo mi infancia con nostalgia y prudencia, y entiendo que incluso en medio de esas crisis fui absolutamente privilegiado (como ahora puedo hablar desde mis privilegios) en comparación con estos tiempos y el porvenir de las nuevas generaciones. Nuestro pasado se construyó desde la colonización, el presente en el neo liberalismo de cuño neo colonial, y el ¿futuro?
Puedo ver claramente como México siempre ha tenido tiene un lugar principal en la medición de los peores escenarios sociales en América Latina y el mundo: Salarios, pensiones, salud, seguridad, estado de derecho, corrupción y desigualdad de derechos, feminicidios, crimen organizado. etc.
Ahora mismo, los problemas sociales son más que evidentes en mi país: alta tasa de homicidios, tráfico de drogas, enfermedades crónicas (diabetes, obesidad, cáncer de pulmón, etc), pero para algunas personas aparentemente la violencia en México es un problema doméstico de corrupción, pobreza y debilidad del Estado. Pero para otros, la raíz de estos problemas es diferente. Somos una democracia joven en el continente (como el resto de los países latinoamericanos por cierto), y la relación democrática entre sociedad y política institucional es una fachada aparente, construida entre el populismo y el mínimo necesario para mantener las necesidades sociales y la función Estatal de acuerdo al canon económico global. Las instituciones estatales y sociedad conviven en una relación tensa llena de escepticismo. Como mexicanos (latinoamericanos) hemos desarrollado un escepticismo natural ante la política, la economía y el derecho, no tenemos las “creencias de ciudadanía metropolitana” porque sabemos que el gobierno no es soberano, que es solo una máscara de soberanía y que las políticas públicas están en total dependencia de las economías centrales y las multinacionales, tanto ahora como antes. Por eso, la debilidad de la estatalidad es sólo consecuencia de la debilidad interior de la eficacia simbólica del Estado. La gente solo confía por sí misma y la distancia y creencias sobre el Estado no es muy clara. Nuestros jóvenes que trabajan como sicarios dicen que es mejor morir siendo ricos solo un día, y no pasar hambre durante toda una vida.
Para algunos pensadores liberales, especialistas en derecho o campos económicos, las condiciones latinoamericanas actuales se dan por la corrupción y otros “problemas culturales” como inestabilidad social, debilidad en el Estado de derecho, menor industrialización, etc. Es evidente que parten de una premisa general (y muy colonial): si un Estado está integrado en el proceso de globalización, entonces tiene capacidad para negociar mejores condiciones, para ello tanto la integración económica y el derecho de las inversiones darán pauta a la igualdad de los actores estatales. Y como ha denunciado el TWAIL la noción de igualdad entre estados dentro de la historia del derecho internacional y su aplicación es más que cuestionable. En otras palabras, se supone que las instituciones económicas brindan el acceso al “Desarrollo”. Aquellos días desde las fórmulas de Prebich no ha cambiado tanto en la conciencia de las ciencias sociales del tercer mundo. De la CEPAL surgió la teoría de la dependencia; sin embargo, no se pretendió modificar el sistema económico en sí, solo reformarlo. Hoy en día, las reformas ya no son suficientes, quizá tendríamos que pensar revolucionariamente, pero desde la libertad y no desde la dependencia epistémica. Ahora necesitamos cambiar el marco epistémico de nuestros saberes, porque quizás estemos viviendo los límites del neocolonialismo en su modalidad neo-liberal, a partir de ahora es posible que enfrentar la crisis global transforme la gramática de la buena voluntad entre los estados, a una gramática de la urgencia y necesidad.Mi infancia fue producto de una gramática neo liberal situada en el desarrollo. La relación entre políticas públicas, desarrollo social y financiamiento internacional son una trinidad que explica el fundamentalismo neo liberal. Pero, sabemos lo que realmente significa ¿Desarrollo? ¿o es simplemente un concepto flotante con contenido vacío, utilizado para perpetuar la dependencia de las economías periféricas a las del centro? En la época colonial se ofreció la redención al cristianismo para ser parte de la humanidad y el consecuente acceso al paraíso terrenal… pero hoy solo funcionan los paraisos fiscales.
México al “aceptar” las condiciones de buen vecino en torno al NAFTA al T-MEC, hemos seguido las huellas del “Desarrollo”. En general, alrededor de al menos 2 décadas de libre comercio internacional con la economía más relevante del mundo (EE. UU.) ¿Por qué México es tan desigual y pobre? La respuesta es simple, es otra historia de subdesarrollo instrumentada por el neocolonialismo. Por supuesto, no es solo la narrativa de México, la pobreza y la desigualdad ha sido no solo el contexto general de nuestra vida, sino que más deuna experiencia personal es una vivencia generacional. El colonialismo es la raíz profunda que ha dado vida tanto a los modernos cimientos de nuestras naciones como también a su futuro incierto. Es una aparente contradicción porque nosotros, los países latinoamericanos, tuvimos independencia ... ¡y en el caso de México hasta una “Revolución”! y nuestra Constitución solía tener derechos sociales (pero ahora la agenda neoliberal ha cambiado la gramática de los derechos sociales fuertes a derechos débiles que colaboran con las necesidades del neoliberalismo, -como el sistema de derechos humanos, por cierto-). Pero, como podemos imaginar, esto no es una contradicción, al contrario, así es como el neocolonialismo internacional se ha arraigado en nuestras instituciones sociales: ¡Por diseño! Tomamos como verdad parroquial la voluntad del Mercado en el que la única alternativa es llenar las condiciones de intercambio dentro del contexto neo liberal, siguiendo a las Instituciones Bretton Woods, las formulas del PIB y las calificadoras de deuda Fitch Ratings, Moody's y Standard & Poor’s.
Hemos creado una religión fundamentalista a partir de un modelo económico y una formula que nos ha obsequiado el subdesarrollo y el reino de la desigualdad. Dios: capitalismo Religión: Neo-liberal Santísima trinidad: FMI, BM, ONU
El Tercer Mundo nunca ha decidido, su papel simplemente ha sido "copiar y pegar", tanto en las versiones hegemónicas como en algunas contrahegemónicas. Es el caso de Andrés Manuel López Obrador, ahora presidente de México, pues a pesar de estar relacionado con la expresión de izquierda en economía y política, su Agenda de Desarrollo continúa las prácticas del neoliberalismo como su proyecto en torno al tren maya, el proyecto de la refinería de Dos Bocas y el “nuevo aeropuerto.
Esta tradición es centenaria, pues de la mano de las políticas locales e internacionales, como la economía y derecho, se inició la dependencia del discurso independentista a través de la dependencia epistémica de las “naciones desarrolladas”. Suena como un acertijo divertido, pero es una tragedia triste. Los mexicanos independentistas declamaron las ideas de Rosseau, Locke y Hobbes para realizar nuestra Independencia Política de España en 1810. Solo se continuó otra dependencia a una imagen de mundo europea, blanca y patriarcal. Nos dijimos libres siendo esclavos de sus ideas. Es por eso que en nuestra actual Constitución (1917) … lector por favor espere un segundo… ¿de dónde viene el concepto de “constitución”, “Estado Moderno”,“ derechos humanos ”,“derechos sociales”,“ derecho moderno ”… sí, vienen de lo colonial y de una expresión específica del mundo (modernidad y capitalismo, donde la naturaleza y los indígenas eran enemigos del desarrollo , y la gente común y las mujeres tienen un papel específico en el sistema de producción, siempre como objetos). En el discurso metropolitano, la concepción de nación, estado y derecho encontró traducción a las necesidades de las estructuras del capitalismo en el lenguaje político y jurídico de la región europea. El concepto de Biopolítica instrumentado por Michel Foucault está en concordancia con la gramática de disciplinas específicas y contextos históricos particulares y que explican ad hoc la forma de ser realizadas en la sociedad moderna del centro y no de la periferia. En esta concepción, el “liberalismo” es el marco teórico de esta biopolítica, al menos en la narrativa europea y estadounidense en torno a la disposición sobre política y economía. Y para África o Latinoamérica se trata de la Necropolítica de Achille Mbembe. Pero, por cierto, el Tercer Mundo no está en la misma narrativa ni gramática, quizás nos gustaría aplicar los mismos conceptos pero solo es posible como recurso metafórico, pero no como realidad. Darle sustancia a algo que no existe se llama hipóstasis, y nuestras realidades ex coloniales quizá deben ser narradas fuera de la hipóstasis neo colonial a partir de las “resistencias desde abajo”.
Asumo que las concepciones modernas sobre el liberalismo, sobre el derecho y la política, han sido adoptadas por la dependencia de las “naciones” del tercer mundo para reproducir las mismas alternativas de “desarrollo”. Pero espere un segundo, no podemos reproducir las mismas condiciones culturales de Europa, ya que la primera teoría contractual del siglo XIX identificaba el contrato social como un medio para acceder a los derechos civiles siguiendo la idea general de ciudadanía. Pero el tercer mundo no era una “nación”, éramos naciones (todavía), somos una multiplicidad para ser representada en infinitas posibilidades. Y la inclusión del “contrato social” en los territorios ex coloniales es mucho más como dice Boaventura de Sousa Santos: precontractualismo y poscontractualismo. En ambos, hay una promesa de ser incluidos pero ésta nunca sucedió, y es peor, porque algunas de las personas que antes estaban en la inclusión social ahora están excluidas. Pero la tragedia del neocolonialismo no solo es causada por la economía, sino por la constante dependencia de los discursos contrahegemónicos como sucedió en la Conferencia de Bandung y la conferencia Tricontinental, las aspiraciones de emancipación del tercer mundo siempre fueron reemplazadas por discursos y realidades europeas: el liberalismo, socialismo, comunismo, anarquismo, etc. Las independencias coloniales fueron realidades semánticas tanto como el proceso de descolonización de la ONU, que solo dio paso al neo colonialismo en su manifestación económica global. Ahora el principal medio económico es la doctrina neoliberal, pero la acumulación por despojo está encontrando nuevas vías de acceso y desposeción al conocimiento tradicional y la vida misma (saberes ancestrales, semillas, ADN).
En conclusión, podríamos reaccionar a esta provocación en 3 posibilidades diferentes: a) Posición de buena intención (ingenua): Podemos cambiar las reglas económicas dentro de una misma visión del mundo para reequilibrar la distancia sobre las naciones subdesarrolladas; b) Posición de escepticismo: Podemos seguir la economía internacional alcanzando el crecimiento para encontrar las condiciones soberanas para emanciparnos de ellos; y c) Posición nihilista: no hay nada que hacer sino esperar a que las contradicciones del capitalismo destruyan al sistema per se y quizá antes acaben con la vida humana.
No estoy de acuerdo con ninguna de ellas, y es por eso que estas páginas están escritas de esta manera, porque tenemos que descolonizar nuestras academias tradicionales, despensar y tratar de hacer alguna resistencia, y obviamente este no es un trabajo que está escrito para ser publicado en ISI o Scopus y me disculpo si le ofende mi diferente forma de escribir, pero tenemos que volver a las cosas simples. El neo colonialismo tal como lo describe Ian Taylor es tan vigente entonces como ahora, pero hay alternativas más allá del paradigma moderno y tenemos que correr el riesgo de descolonizar la academia, la gente está cambiando y luchando desde otras formas de vida ¿pero nuestras academias pueden escucharlas? Los pueblos indígenas, organizaciones comunitarias, campesinas y la naturaleza nos están hablando. La cuestión es qué idioma y qué conocimiento usaremos para escucharlos y hablarlos. ¿Podemos elegir?
¿O solo regresamos al confort de las estadísticas y los cuartiles en las revistas?¿Escucharon?